El arte de contemplar.
Por Didier Reséndiz.
En un mundo lleno de ruido y distracciones, detenerse para contemplar es abrir
una ventana hacia la creatividad y la inspiración. Implica mucho más que
simplemente observar; es sumergirse en la profundidad de las cosas, captar los
detalles que pasan desapercibidos y explorar las conexiones entre lo
aparentemente mundano y lo extraordinario. Para un escritor, esto se traduce en
una riqueza infinita de ideas y emociones por explorar.
Al contemplar, uno se sumerge en un estado de observación activa. Como si
se bajara el volumen del mundo para prestar atención a los matices, los colores
y las emociones que normalmente pasan desapercibidos. Es en estos momentos de
contemplación donde nacen las semillas de las historias, los personajes se
vuelven más vivos y las tramas se entrelazan con mayor profundidad. Cuando nos
detenemos a observar, a reflexionar sobre las pequeñas cosas de la vida,
permitimos que nuestra mente divague libremente sumergiéndonos en un océano de
ideas, donde los fragmentos de la realidad se mezclan con la fantasía para dar
forma a mundos completamente nuevos.
Además, la contemplación nos conecta con nuestras emociones más profundas. Permite
que exploremos la gama completa de sentimientos, desde la euforia hasta la
melancolía, y canalizar esas emociones en la escritura para hacerla más
auténtica y conmovedora. Los grandes escritores a menudo han sido maestros en
el arte de contemplar. Han sabido encontrar la belleza en lo cotidiano,
transformando lo común en algo increíble. Esta capacidad de observación aguda y
reflexión es lo que da vida a sus obras, haciéndonos sentir identificados con
sus personajes y las situaciones que describen.
En pocas palabras, contemplar es el combustible que alimenta la creatividad de un escritor. Es el momento de silencio en el que la mente se abre paso hacia nuevas ideas, nuevos entornos y nuevas formas de expresión. Te invito a observar el mundo con ojos de escritor.